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El deseo. Nueva cátedra Psicopatología 1. Dr. Prof. Fabián Naparstek. 3 de octubre del 2011. Teórico 17. Buenas noches. Con la profesora adjunta Andrea Berger estuvieron viendo el deseo en la neurosis obsesiva. Durante la primera mitad de la clase abordaremos este tema desde otra perspectiva y, la segunda mitad, será dedicada a un repaso ya que éste será el último teórico antes del parcial. El que viene es feriado y ya el otro es el parcial. De alguna manera, lo que venimos viendo es que el acento de Freud estaba puesto en el síntoma y esta primera época, de Lacan, está centrada en al menos cuatro ejes: uno es la pregunta, otro es la identificación, el deseo y, finalmente, la cuestión del padre. Respecto de la histeria, la pregunta es por la feminidad. En cuanto a la identificación, vimos los tipos de identificación propiamente histérica, el deseo como deseo insatisfecho y la figura del padre como impotente. Luego tenemos, en la neurosis obsesiva, la pregunta por la muerte (cuestión que también destaca Freud), el deseo como imposible y la cuestión del padre como padre muerto, que se ve muy bien en el historial del Hombre de las Ratas; lo deben haber estado trabajando también en las comisiones. Independientemente del tipo de identificación que hemos visto en la histeria, con sus formas, siempre en el horizonte está la impotencia. La identificación está ligada a la forma en que aparece el padre en cada una de estas entidades clínicas. En la neurosis obsesiva la identificación está claramente ligada, también, a la cuestión de la forma en que aparece el padre en la neurosis obsesiva. Creo que algo de eso estuvimos charlando la vez pasada, sobre el padre muerto. Pero me interesaba este cuadrito, más allá de lo esquemático, para tener una imagen de cómo la perspectiva de Freud y Lacan no es la misma. Hay que tener presente que Freud tenía la idea de que el obsesivo/a siempre busca temas que sean indefinibles, lo cual lo lleva a mantenerse todo el tiempo en la práctica de un pensamiento que no frena. Respecto del deseo -las dos formas, deseo insatisfecho y deseo imposible-, es una manera de resaltar un aspecto del deseo, porque nosotros partimos de la idea de que estructuralmente, no hay manera de satisfacer totalmente el deseo. Recuerdan que hemos visto un pequeño esquemita que planteaba la diferencia entre necesidad, demanda y deseo. La idea de Lacan es, si partimos de una supuesta necesidad - que sería la necesidad fisiológica- y nos encontramos con el lenguaje, lo que Lacan llama en un primer tiempo el tesoro del lenguaje, el Otro aun sin barrar; lo que dice Lacan es que esa necesidad queda transformada en demanda. Es decir, la madre sanciona eso a través del lenguaje de alguna manera. A eso llamamos demanda. Lo digo de otra manera: el niño llora, y la madre dice “es tal cosa”. Ya eso implica transformar la supuesta necesidad en demanda y poco importa lo que era. Creo que hemos charlado esta idea de que “el que no llora no mama”, es decir que hay que pasar por el Otro, que es el Otro del lenguaje, y eso implica que la necesidad queda transformada en demanda; no hay vuelta que dar. Cada vez que alguien llora, eso repercute en el campo del lenguaje como demanda, es decir “quiere tal cosa”, “le pasa tal cosa”, “le duele la panza”; todo lo que se le pueda ocurrir a una madre, que no son tantas cosas en general. Yo digo el llanto, pero podría ser todo lo contrario. Por ejemplo, que el bebé no haga nada; y ahí “ese bebé no hace nada” y ese “no hace nada” también se transforma en una demanda: “¿no será que tal cosa?”.
eso imposible. El sujeto histérico está todo el día trabajando para mantener el fuego vivo del deseo y que no se caiga del todo, es decir que cuando el fuego se está apagando, le echa un leño más. E insisto, cuando digo el deseo, no es el deseo de ella, sino que es el deseo de toda la escena: que el hombre en cuestión siga deseando. Ese es el problema que hemos visto con el Sr. K, que cuando le dijo “yo no deseo más a esa otra mujer”, ahí se ve el pecado mortal que es para ese hombre, que hace de testaferro, decir “no deseo más”. “No deseas más, no me servís más”, y es la cachetada que le da Dora al Sr. K. En cambio, la neurosis obsesiva todo el tiempo posterga y ubica en el horizonte un momento en el que eso se va a realizar, por ejemplo, cuando se muera el padre. Hay cierta ligazón entre el padre muerto y la imposibilidad del deseo, y cierta ligazón entre la impotencia del padre y el deseo insatisfecho. Porque, finalmente, la impotencia supone la posibilidad de que en algún momento se pueda satisfacer el deseo. Lo digo de otra manera: en algún momento se le va a parar. Pero mientras tanto se mantiene insatisfecho. Finalmente, cuando se le pare, no va a ser lo que se esperaba: va a ser poco tiempo, etc. Pero el asunto es que la impotencia va muy ligada con la insatisfacción. Hay que agregar que la impotencia no sólo está ligada al campo estrictamente sexual sino que, también, es que no gana el suficiente dinero, etc. Del lado de la obsesión, el suponer que después de la muerte eso se va a realizar mortifica el deseo mismo, mientras tanto, porque anula al deseo en tanto tal. Es algo bastante habitual encontrar en la clínica obsesivos totalmente desvitalizados, mecanizados; son esas obsesiones que ustedes estuvieron viendo: las cuentas, las idas y vueltas, que lo mecanizan totalmente y eso deja por fuera al deseo, cumpliendo todo el tiempo lo que hay que cumplir, pero por fuera del deseo. Toda la pregunta que se hace Freud a lo largo de su obra (recuerden la regresión a la analidad). La pregunta de Freud es si se regresa efectivamente o si es un dialecto, anal. La primera explicación que hay que tener presente, y después vamos a leer unos párrafos en Lacan, es que la analidad está ligada directamente con la demanda y no con el deseo. Está dentro del campo de la demanda; es la madre que le pide (cuando digo la madre no tiene por qué ser la de carne y hueso, sino quien encarne ese lugar) que haga en tiempo y forma. Eso será festejado si se hizo en tiempo y forma, o será una mierda literalmente, si no fue en tiempo y forma. Pues la demanda siempre implica “yo te pido algo, vos me das algo”. Es una relación, dice Lacan, de dones: “tú me das, yo te doy”. Si el niño hizo en tiempo y forma, está el regalito para dárselo, lo cual hace pensar para el niño que eso que hace en tiempo y forma, es un regalito para la madre. Ahora, cuando tenemos la duda en la neurosis obsesiva, entre significante uno y significante dos, S1 y S2 en términos de Lacan; “¿se lo devuelvo a tal o se lo devuelvo a tal otro?”, “¿me bajo en Pacifico o me bajo en Palermo?”, por ejemplo, para hacerlo más local al trencito. Pero es interesante la idea del trencito y las estaciones, porque es la cadena significante finalmente; y está viendo en qué estación se baja. Por ejemplo, yo siempre cuento el caso de un paciente que decía “¿encaro o no encaro?”, y cuenta una escena que sucedía en una cuadra -esto era algo que le sucedía de manera sistemática-; que ahora no recuerdo las calles pero, finalmente, estaba yendo entre dos esquinas. Entonces, iba entre una esquina y otra pensando: ir a una esquina era ir a tocarle el timbre a una mujer. Cuando se acercaba decía: “no, cómo voy a caer así sin avisar... olvídalo”. Y después decía: “no, soy un cagón” y volvía. Y, finalmente, estaba yendo y viniendo entre uno y otro. Es decir que el lugar de la obsesión por excelencia es ir y venir entre uno y otro. Aquello que Freud llama dialecto obsesivo, en algún sentido, es el intento de la neurosis obsesiva de tapar la hiancia entre un significante y el otro, de ocupar esa hiancia
para que no se produzca el agujero que hay entre un significante y el otro. ¿Por qué? Porque el agujero entre un significante y el otro es donde está el deseo. Porque la demanda hace creer que uno es uno, y que dos es dos. El falso enlace (no lo dice así Freud) en la obsesión son falsas disyuntivas, es algo que a veces se utiliza en publicidad. En un momento me había interesado sobre la publicidad en política, tomado una que era un graffiti que hacían los nazis en la preguerra; escribían en las paredes: “a los judíos y a los ciclistas hay que matarlos a todos”. Entonces la primera pregunta que surgía es “¿y a los ciclistas?”, dándose por sentado que a los judíos había que matarlos. ¿Se sigue la lógica? Es una lógica obsesiva de generar falsas disyuntivas. En política se usa mucho: se genera una disyuntiva para que todo el mundo se esté debatiendo de algo para no plantear las cuestiones que habría que plantear. Son modos obsesivos de plantear disyuntivas y uno queda poniendo en la balanza: “ciclistas o judíos”. Entra en una disyuntiva en que se pierde la cuestión y, la cuestión que se pierde para la neurosis obsesiva, es el deseo. Acá, en este caso, está planteado en términos de “soy cagón o me la banco”, cuando la cuestión es: “¿te gusta o no te gusta esa persona?”, por ejemplo. “¿Te interesa o no te interesa?”. ¿Se entiende la cuestión, cómo cambia la problemática? De ahí, la modalidad obsesiva de hablar que en sí misma esquiva el deseo. Lo voy a decir ahora de otra manera: no es que el deseo sea imposible, sino que la neurosis obsesiva le hace la vida imposible al deseo; no da lugar para que surja el deseo, para que viva el deseo. Hay algo bastante habitual, cuando viene un sujeto obsesivo a análisis, que puede decir: “tengo dos cosas para contar. Cuento la primera rápido y después me meto con la segunda”. Es muy habitual eso. No les quepa la menor duda que, en esa rápida que quieren contar, hay allí algo más interesante que en la otra. Además, como las sesiones son cortas entre los lacanianos, pasa rápido... Y así pasa listas de eso. Gran parte de la estrategia de pensar sesiones cortas estuvo muy ligada a la neurosis obsesiva, sumamente ligada. Un sujeto obsesivo, si uno lo deja hablar, nos puede dar conferencias, conferencias enteras, de temas interesantísimos, porque no quiere decir que eso sea estúpido, puede ser muy interesante... p ero una cosa es la conferencia y otra cosa es analizarse. Puede sentarse y uno, al rato que está escuchando, no entiende cómo llegó a ese tema, de donde partió, cómo llegaron a estar hablando de eso. Son esas maneras falsas de plantear disyuntivas. No porque uno decida qué es lo falso y qué es lo verdadero, sino que se trata del deseo. Es decir, se trata de cómo ubicar el deseo. Uno, como analista, por supuesto que no lo sabe de antemano; se verá con el decir del sujeto. Entonces, les leo dos párrafos acerca de cómo lo dice Lacan en el Seminario 10, donde retoma la problemática que yo he señalado en otras ocasiones, de la regresión en Freud. Se acuerdan de que uno de los problemas en “Inhibición, síntoma y angustia”174, era que Freud decía que, a partir de la regresión, todo cambia; y las tres defensas que menciona allí: regresión, represión y formaciones reactivas, y si eso se debía a una desmezcla pulsional, todo ese asunto bien al estilo freudiano. Lacan lo pone en estos términos: “para decirlo todo, el obsesivo, como todo neurótico, ya ha accedido al estadio fálico”175 . Recuerdan cuál era el problema: que si no se accede al estadio fálico no estamos en el campo de la castración. Así dice: “como todo neurótico, ya ha accedido al estadio fálico”, no hay vuelta que darle, “pero dada la imposibilidad en que se encuentra de satisfacer en el nivel de este estadio”, (cuando dice 174 - Freud, S. (1926). Inhibición, síntoma y angustia. Obras Completas, tomo XX. Op. Cit. 175 - Lacan, J. (1962-63). El Seminario, Libro X: “La angustia”. Buenos Aires: Paidós, 2006. p.346