Nội dung text Guía de Estudio "Don Quijote de la Mancha" - Miguel de Cervantes Parte 1
SummAcademy Guía de Estudio “Don Quijote de la Mancha” - Miguel de Cervantes Resumen Selección UAI PERSONAJES CLAVES 1. Don Quijote (Alonso Quijano): El protagonista, un hidalgo que pierde la razón de tanto leer libros de caballerías y se convierte en un caballero andante. 2. Sancho Panza: El fiel escudero de Don Quijote, un campesino simple y pragmático que acompaña a su amo en sus aventuras. 3. Dulcinea del Toboso (Aldonza Lorenzo): Una campesina a quien Don Quijote idealiza como su dama y musa, aunque ella no es consciente de su papel en las fantasías del caballero. 4. Rocinante: El caballo de Don Quijote, flaco y envejecido, pero considerado por su dueño como un noble corcel. 5. Maritornes: Una moza asturiana que trabaja en una venta y juega un papel importante en una de las aventuras de Don Quijote. 6. El ventero: Dueño de la venta que Don Quijote confunde con un castillo; es un personaje que frecuentemente interactúa con el caballero y su escudero. 7. El cura (Pedro Pérez): Amigo de Don Quijote que, junto con el barbero, trata de devolverlo a la cordura. 8. El barbero (Maese Nicolás): Otro amigo de Don Quijote que, junto con el cura, intenta rescatarlo de su locura. 9. El bachiller Sansón Carrasco: Un personaje que aparece en la segunda parte de la novela, quien conspira para que Don Quijote abandone sus locuras haciéndose pasar por un caballero rival. 10. Cide Hamete Benengeli: El supuesto autor árabe de la historia de Don Quijote, según la narración del libro. 11. El ama de llaves: La mujer que cuida la casa de Don Quijote y está preocupada por su locura. 12. La sobrina de Don Quijote (Antonia Quijana): Vive con Don Quijote y también se preocupa por su salud mental. 13. Ginés de Pasamonte: Un galeote liberado por Don Quijote que más tarde roba a Sancho Panza.
SummAcademy PRIMERA PARTE Capítulos 1 a 5 El primer capítulo de Don Quijote de la Mancha es una detallada presentación del protagonista, un hidalgo que vive en un lugar indeterminado de La Mancha, cuya ubicación exacta el narrador decide no revelar. Este hidalgo, cuyo nombre se sugiere podría ser Quijada o Quesada, pero que luego se confirma como Quijana, lleva una vida sencilla y algo austera. Se nos describe como un hombre de unos cincuenta años, de complexión recia, delgado de carnes, con un rostro enjuto y curtido por el tiempo. Es un hombre disciplinado, madrugador, amante de la caza y fiel a las costumbres de su clase social, que incluyen mantener un hogar modesto pero ordenado. Su casa está compuesta por una ama de llaves que supera los cuarenta años, una sobrina joven que no alcanza los veinte, y un mozo de campo que ayuda en las labores cotidianas. Este hidalgo es dueño de una pequeña hacienda, que incluye un rocín flaco y un galgo corredor, símbolos de su afición por la caza. Su dieta es modesta, consistente en una olla diaria de algo más vaca que carnero, un plato de salpicón la mayoría de las noches, y platos especiales como "duelos y quebrantos" los sábados y lentejas los viernes. Los domingos, como una pequeña indulgencia, añadía un palomino a la olla. Esta frugalidad le permite ahorrar para algunas vestimentas más elegantes que reserva para las festividades: un sayo de velarte, calzas de velludo y pantuflos a juego, mientras que durante la semana viste un modesto pero digno vellorí. A pesar de este estilo de vida, que podría considerarse cómodo y hasta honorable, Don Quijote tiene una afición que lo consume completamente: los libros de caballerías. Estos libros, llenos de historias de caballeros, princesas, gigantes y magos, capturan la imaginación del hidalgo de tal manera que comienza a descuidar todas sus otras aficiones y responsabilidades, incluyendo la caza y la gestión de su hacienda. Su obsesión por estos libros lo lleva a vender parte de sus tierras para adquirir más ejemplares, especialmente aquellos escritos por Feliciano de Silva, cuyas complejas tramas y requiebros amorosos lo cautivan. Entre los pasajes que más le fascinan están las intrincadas frases como "La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura". Estos juegos de palabras, que combinan razón y sinrazón, lo atrapan al punto de que pierde el sueño intentando desentrañar su significado, una tarea que él mismo admite que ni Aristóteles podría lograr. A medida que se sumerge en estas lecturas, su juicio comienza a deteriorarse. El hidalgo empieza a confundir la realidad con la ficción, creyendo que las historias de caballeros andantes y sus aventuras son relatos históricos verídicos. La fantasía se apodera de su mente de tal manera que decide emular a estos héroes, imaginándose a sí mismo enfrentando gigantes, encantadores, y participando en descomunales batallas. En su mente, se ve como un caballero andante, destinado a deshacer agravios, enderezar entuertos y proteger a los débiles, tal como lo hicieron sus admirados caballeros en los libros. Entre estos personajes, Don Quijote tiene una particular afinidad por Amadís de Gaula y Palmerín de Inglaterra, aunque su preferido es el Caballero del Febo, conocido por su valor y su habilidad en el combate. También tiene en alta estima a Reinaldos de
SummAcademy Montalbán, a quien admira por su valentía y su inclinación a robar a los ricos para dárselo a los pobres. Finalmente, en su locura, Don Quijote decide que debe convertirse en caballero andante. La idea lo emociona profundamente, ya que cree que este es su destino y la forma de ganar honor y servir a su república. Con esta resolución, decide que lo primero que debe hacer es armarse adecuadamente. Encuentra unas viejas armas que pertenecieron a sus bisabuelos, aunque están oxidadas y en mal estado. Con gran esfuerzo las limpia y las adereza, pero se da cuenta de que le falta una pieza crucial: una celada de encaje, un tipo de yelmo con visera móvil. Ingenioso, decide fabricar una celada utilizando cartón y se dedica a probar su eficacia con su espada. Sin embargo, con el primer golpe, la celada se deshace, lo que lo obliga a reforzarla con barras de hierro. Tras terminar, se convence de que ha creado una celada digna y resistente. Satisfecho con su armadura, Don Quijote pasa a ocuparse de su caballo, un rocín viejo y agotado por los años, pero que él percibe como un noble corcel. Durante cuatro días meditó sobre el nombre que debería darle, pues considera que un caballo de caballero tan famoso merece un nombre que refleje su grandeza. Finalmente, decide llamarlo Rocinante, un nombre que, según él, es sonoro y significativo, pues indica que, aunque antes fue un simple rocín, ahora es el más noble de todos los caballos. Después de nombrar a su caballo, Don Quijote se enfrenta al desafío de encontrar un nombre adecuado para sí mismo. Inspirado por Amadís de Gaula, quien añadió el nombre de su patria al suyo propio, Don Quijote decide llamarse Don Quijote de la Mancha, un título que, a su juicio, honra su linaje y su lugar de origen. Con su nueva identidad como caballero andante, Don Quijote siente que solo le falta una cosa: una dama a quien dedicar sus hazañas, pues según la tradición caballeresca, un caballero sin amor es como un árbol sin hojas o un cuerpo sin alma. En su mente, Don Quijote recuerda a una joven labradora llamada Aldonza Lorenzo, de quien estuvo enamorado en su juventud, aunque ella nunca lo supo. Decide que ella será su dama, y la renombra como Dulcinea del Toboso, un nombre que considera digno de una princesa y que le parece musical y significativo. Con su armadura lista, su caballo nombrado y su dama elegida, Don Quijote siente que está preparado para salir al mundo en busca de aventuras. En el segundo y tercer capítulo, Don Quijote, lleno de entusiasmo y convencido de que el mundo necesita sus servicios, se arma de todas sus pertenencias y, sin avisar a nadie, sale de su casa en la madrugada, ansioso por comenzar su vida como caballero andante. Sin embargo, una vez en el camino, se da cuenta de un problema crucial: no ha sido formalmente armado caballero. Según las leyes de la caballería, esto le impide participar legítimamente en aventuras. Aunque esta revelación lo hace titubear, decide que buscará la oportunidad de ser armado caballero por el primer noble que encuentre y continúa su camino, dejando que Rocinante lo guíe por los caminos de La Mancha. Durante su trayecto, Don Quijote empieza a imaginar cómo será recordado en el futuro, convencido de que un sabio cronista relatará sus aventuras. Se ve ya como un héroe cuyas hazañas serán dignas de ser esculpidas en mármol y recordadas por generaciones. Esta