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Nội dung text 3. Cuando la astronomía pudo cambiar el rumbo del mundo (respuestas)

1 Comprensión lectora Lectura: Cuando la astronomía pudo cambiar el rumbo del mundo Enrique Álvarez El País CI UNAM BJ Los astrónomos jesuitas llevaron hasta China el telescopio y las tablas de efemérides astronómicas occidentales. Su reputación de sabios les llevó a convertirse en los hombres de confianza de sucesivos emperadores. Si examinamos el presente y estudiamos el pasado, incluso si nos atrevemos a pronosticar —sin mirar a los astros para ello— algo acerca del futuro, no hay duda de que siempre nos encontraremos con el país más formidable que, quizá, nunca haya existido: China. Más de cinco mil años contemplan a este imperio otrora impenetrable y ahora dominante, inalterado e inalterable. Su astronomía siempre ha sido una gran desconocida para los occidentales. Podemos comparar antiguos atlas estelares como los de Hiparco y Ptolomeo con los del sabio Zhang Heng (78 – 139 d.C.) y apenas hallaríamos similitudes. Todos los asterismos — constelaciones— son muy diferentes, con alguna excepción como la Osa Mayor, conocida como el “Carro del Emperador” en China. Pero aun con muy diversos métodos e instrumentos, la finalidad de la observación de los cielos en China tenía, sin embargo, el mismo sentido que en Occidente: la predicción. En la antigua China —durante milenios, que se dice pronto— el emperador representaba el papel divino sobre la Tierra. Y todo lo que pasaba “bajo el Cielo” tenía un único intérprete, el propio emperador, que recibía el sobrenombre de “Hijo del Cielo”. Al igual que ocurría en el Occidente aristotélico, la bóveda celeste para los chinos era inmutable salvo algunas contadas cosas: planetas, cometas o eclipses, por ejemplo. Los planetas no eran bien vistos —en su sentido literal— por la mayoría de los aproximadamente doscientos millones de chinos que malvivían en aquel vasto imperio pongamos que allá en el siglo
2 XVII. Pero mucho peor vistos —en su sentido metafórico— eran los cometas y los eclipses. Presagios de que algo terrible había de ocurrir: inundaciones, hambrunas, terremotos o guerra. Era necesario alertar con tiempo. En caso contrario, si el emperador se mostraba incapaz de anticiparse a los fatales acontecimientos, su autoridad podía quedar en entredicho. Y su continuidad en peligro. Así que no le quedaba otra al todopoderoso emperador de turno que financiar una costosísima cohorte de funcionarios especialistas en astronomía en quienes confiar. Con el rango de ministerio, nada menos. Pero volvamos por un momento a la Europa del mencionado siglo XVII. Las privilegiadas mentes de Copérnico, Tycho Brahe, Kepler y Galileo están cambiando nuestra forma de ver el cosmos. El fin del modelo geocéntrico, las observaciones cada vez más precisas, el desarrollo del cálculo y, sobre todo, la aparición de nuevos instrumentos —cómo no, el telescopio— permiten la elaboración de tablas de efemérides astronómicas cada vez más precisas. A diferencia de lo que ocurre en China, por primera vez en la Historia el Cielo ya es casi completamente predecible. ¿Habría alguien interesado en contárselo a los chinos? Pues sí: los jesuitas. Por descontado que no va a ser fácil ni tampoco gratis. La Compañía de Jesús extiende imparable su red de misiones tanto por el Nuevo Mundo —con ayuda española— como por Oriente, con la colaboración portuguesa. Primero cae Japón, luego apuntan a China. Pero China es impenetrable, salvo por un minúsculo enclave costero: Macao. Los jesuitas envían allí a toda su artillería intelectual (y no es metáfora gratuita, puesto que incluso colaboran con sus conocimientos militares) y, tras aprender la extrañísima lengua china para ayudar a los mercaderes europeos, entran como un ciclón hacia Beijing, la nueva capital. Las peripecias vitales en China en aquellas décadas de los astrónomos jesuitas (Matteo Ricci primero, Johann Schreck, Adam Schall y Ferdinand Verbiest después, entre muchos otros) rayan lo inverosímil. Pero inasequibles al desaliento, y enterados de la debilidad de los sucesivos emperadores, tienen un objetivo claro: si consiguen llegar hasta la élite que rodea al emperador e impresionarle con sus conocimientos de los cielos,
3 éste no dudará en abrazar la verdadera fe. Y con él arrastrará a todos sus súbditos, cuyas míseras vidas le pertenecen. Y a punto estuvieron de conseguirlo. Preguntas 1. ¿Cuáles de las siguientes afirmaciones señaladas en el texto corresponden al desarrollo? I. En China a los astros se les conoce como asterismos II. Los chinos le llamaban “Carro del Emperador” a la Osa Mayor. III. El único intérprete de lo que pasaba en el cielo era el emperador, que recibía el sobrenombre de “hijodel cielo”. IV. El emperador tenía la función de predecir lo que pasaría a través de los astros a. I, II b. I, III c. II, III d. III, IV e. 2. ¿Cuáles fueron las aportaciones de Occidente a Oriente? a. Telescopio y Osa mayor b. Heliocentrismo y Técnicas militares c. Heliocentrismo y Tablas de efemérides (calendarios) astronómicas d. Telescopio y Cristianismo 3. La idea principal del párrafo 3 es a. El emperador era conocido como “hijo del cielo”. b. El emperador tenía la función de predecir. c. Para los chinos, la bóveda celeste era inmutable. d. Los jesuitas transmitieron el conocimiento astronómico de China.
4 4. ¿Cómo eran concebidos los astros según el pueblo oriental y occidental? a. Los astros determinaban el destino de los hombres. b. Los astros eran dependientes de los designios de Dios. c. Los astros representaban la fatalidad de la vida. d. Los astros mostraban la insignificancia de los seres humanos. 5. ¿Cuál es la intención del autor? a. Narrar cronológicamente el avance astronómico en Oriente y Occidente. b. Criticar la perspectiva astronómica de los chinos. c. Explicar cómo Oriente influyó en la astronomía de Oriente. d. Convencer acerca de la primacía e impenetrabilidad de China. 1. ¿Cuál es la idea principal del segundo párrafo? a) El imperio chino existe desde hace más de cinco mil años. b) En China y Occidente se observaban los cielos con el mismo fin: la predicción. c) Los atlas estelares de Hiparco y Ptolomeo tenían pequeñas similitudes con los del sabio Zhang Heng. d) No necesitamos ningún mecanismo para predecir que China es el país más formidable del mundo. 2. ¿Cuál es la aportación del occidente al oriente? a) La introducción de la religión católica. b) El telescopio y las tablas de efemérides astronómicas. c) La introducción del latín en la celebración de la santa misa.

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