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Nội dung text El Engaño Perfecto (Isela) @teamklaynd.pdf


CAPÍTULO 0 Ariadna DICIEMBRE 18 A lo lejos visualizaba a mi esposo, Daniel, charlando en un pequeño círculo con personas importantes de su empresa, por ende no quise interrumpirlo, decidí tomar uno de los asientos libres en la barra, el barman no estaba tan ocupado, así que mientras secaba un vaso de whiskey, se acercó a mí con una sonrisa. —¿Qué le ofrezco? —me preguntó con amabilidad. —¿Tienes algo sin alcohol? —Cuestioné pensativa, observando las botellas casi vacías detrás de él. —¿Una piña colada? —Sugirió casi al instante. —Estaría bien, solo que por favor —supliqué curvando un poco mi espalda—, nada de alcohol porque hoy manejo.
—Así será, conductora designada. —Lo veo retirarse hacia el área de las licuadoras. —¿Todavía hay personas que vienen en su propio coche a una posada? —El tono era burlón— Existen los Uber y algunas compañías más de transporte privado. —Mis ojos se entrecerraron, tratando de visualizar al tipo a mi lado. Sabía que me hablaba, pero su cuerpo estaba hacia el frente de la barra, con una mano ondeando su vaso de no sé qué cosa. En sus dedos, brillaban un par de anillos dorados. Vaya, lo que faltaba, un borracho fantoche. —No me molesta en absoluto —y era verdad, desde que me convertí en madre, beber, era algo que hacía solo esporádicamente y no lo extrañaba en realidad—. Además, las tarifas qué cobran en horarios nocturnos son una locura. Y he escuchado lo que les hacen a las chicas. —Pero no vienes sola, o eso escuché. —Seguía esperando que me diera frente, porque yo sí giré mi silla, pero a pesar de que las luces ligeras rozaban su piel de vez en cuando, el láser pasaba demasiado rápido como para observarlo.
—Estoy acompañado a mi esposo. —Respondí casi orgullosa—. Amaba que siempre me tomara en cuenta para invitarme a lo que sea que hubiera en su trabajo. —Entonces, ¿por qué te haría algo el del taxi? —soltó una risa ronca y gruesa, sus hombros vibraron un poco—. Fácilmente, te defendería, ¿o es de los que huye? Fue mi momento de reír. Daniel nunca se echaba atrás en alguna pelea, al contrario. Más de una vez me defendió. —Él no huye —el barman regresó, me entregó mi vaso de piña colada y le entregué un billete de veinte—. Gracias. — Le di la cara y el chico me sonrió con gentileza, sin embargo, no dijo nada más y se apresuró a retirarse. —Yo creo que sí, algo me dice que ese esposo tuyo es de los que te usaría de escudo para salvarse. —Mi boca se abre y vuelvo a girarme hacia el desconocido. —Claro que no, yo me refería al hecho de que puede pasarme algo en el taxi, primero, con un arma,

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