Content text Lect_7_De sordos hablantes, semilingües y señantes – Cultura Sorda.pdf
De sordos hablantes, semilingües y De sordos hablantes, semilingües y señantes señantes Por Boris Fridman Mintz, México, 2009. Sección: Artículos, cultura sorda. Cultura y Significación. Identidad social y lingüística son indisociables. El pensamiento y la identidad humanas son intrínsecamente sociales, precisamente porque se crean y recrean en el devenir de la interacción lingüística de cada persona con sus congéneres (Erting 1994: 36). Como la mayoría de las comunidades de sordos contemporáneas, la Comunidad de Sordos Mexicana y su Lengua de Señas Mexicana florece en contextos urbanos. Sus miembros y hablantes nativos (a quienes en adelante nos referiremos como sordos señantes) se saben poseedores de una lengua minorizada, aunque no en riesgo de desaparición. Los sordos ! INICIO > POR PAÍSES > DE SORDOS HABLANTES, SEMILINGÜES Y SEÑANTES
señantes probablemente van en aumento, tanto como la tasa de crecimiento de la población nacional, y tienen una concepción distintiva de su propia identidad, la cual contrasta con la visión que de ella tiene la mayoría hispanohablante([1]). Esta última se ve a sí misma como normal, media nacional, y se debate entre no saber nada sobre los sordos o reducirlos a un estereotipo de personas con discapacidad([2]). Fridman (2005) examina algunas expresiones lingüísticas que activan los prototipos del estereotipo más común entre los hispanohablantes mexicanos. Ninguno de ellos es particularmente original, pues se asemejan a los que están ampliamente difundidos por todo el mundo (véase, por ejemplo, Lane 2002). Aquí se intentará elaborar y fundamentar la propuesta de categorización de los sordos esbozada en la Iniciativa de Ley Federal de la Cultura del Sordo (Martínez 2001), en Fridman (2005), en CONAPRED (2006) y en Segura (2007) y, sobre todo, socializada en la Comunidad de Sordos Mexicana. Que no quepa duda sobre la falta de neutralidad de quien esto escribe. Si tuviera que escoger entre la perspectiva del sordo señante y la del hispanohablante siempre me inclinaría por la primera. Aún así, aquí intentaré mejorar la perspectiva del sordo señante, con la intención última de contribuir a una praxis liberadora más atinada, en particular, por medio de la elaboración de una visión un poco más fina y desmitificada de los distintos tipos de sordos existentes en nuestras sociedades. 1. EL SER SORDO En general se define al sordo negativamente, por poseer una audición limitada o nula. Sin embargo, hay que señalar que la disminución de la capacidad auditiva no es tan relevante para la identidad social y lingüística del sujeto, como lo es el quedar excluido de las redes sociales de las casi omnipresentes lenguas orales en el entorno de cualquier sordo. De este entendimiento se derivó la siguiente definición (Martínez 2001, Título Primero, Disposiciones Generales): “Sordo” es aquella persona que no posee el oído suficiente para sostener una comunicación y socialización natural y fluida en lengua oral alguna. Partiendo de esta definición, también negativa, es de esperarse que para el común de las personas hispanohablantes resulte sencillo concluir que para ser sordo
hay que vivir una pérdida y que quien es sordo necesariamente es una persona con discapacidad. Siguiendo tal razonamiento se suele concluir que todos los sordos son personas con una discapacidad del lenguaje y de la vida social. Esta conclusión es falsa, pues asume una premisa etnocéntrica según la cual tanto la vida social como el lenguaje de todo sujeto deben ser iguales a los del propio hispanohablante mexicano o, cuando menos, muy parecidas a las de un oyente y hablante de una lengua oral cualquiera. Sin embargo, no se debe olvidar la proclividad biológica del ser humano para superar los obstáculos de su entorno natural con base en la creación histórico cultural. A ella se debe que todos los sordos compartan una característica trascendental: Su interacción con el entorno se estructura en culturas centradas en la vista([3]). Quienes quedan sordos siendo adultos hablantes de una lengua oral acuden a todas las formas de lenguaje visual que les son asequibles. Aunque sigan soñando en su lengua oral nativa y con su música preferida, o sus ruidos familiares, desarrollan una mirada más atenta a la expresión corporal de las personas con que conviven, voltean en todas direcciones para percatarse de lo que ocurre en su derredor, y recurren a la escritura siempre que sea posible. Por su parte, los sordos señantes y sus comunidades sueñan en lenguas visuales y piensan con cosmovisiones centradas en la mirada. Ésta es la única opción cultural que ofrece a cualquier sordo la posibilidad de sostener comunicación y socialización naturales y eficientes cara a cara. Por ende, sería deseable que la definición de sordos se ampliara al siguiente tenor: “Sordo” es aquella persona cuyas posibilidades de adscripción lingüística están condicionadas por su limitada o nula audición, dificultando su adscripción en comunidades de lenguas orales, facilitándola en comunidades de lenguas de señas, o imposibilitándola cuando el sujeto no ha accedido a lengua alguna, ni oral ni de señas. Más allá de las definiciones, lo verdaderamente relevante es entender que si no se desea pecar de etnocentrismo al definir lo que significa ser sordo, entonces se debe evitar proclamar a las culturas y lenguas de los mal llamados “normo-oyentes” como el único punto de referencia obligado para la definición de los sordos y sus culturas.