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Content text El Seminario, Libro 4. Clase 13, Del complejo de castración, parágrafo 2 a 4 - Lacan, Jacques.pdf

La Relación de Objeto i i ' K # , M ; r.’ > s i r f ../• 'é . v
XIII DEL COMPLEJO DE CASTRACIÓN Crttica de la afanisis. El padre imaginario y el padre real. El «ser amado». La angustia, del señuelo al pene que se menea. Los animales de la fobia. A g e n t e Falta d e o bjeto O bjeto Padre real Castración imaginario Madre simbólica Frustración real Padre imaginario Privación simbólico Hoy trataremos de hablar de la castración. La castración está por todas partes en la obra de Freud, igual que el complejo de Edipo. Sin embargo, en uno y otro caso es distinto. Mientras que el complejo de Edipo está presente en el pensamiento de Freud desde el principio, sólo tardíamente, en su artículo de 1924 con- sagrado a un tema completamente nuevo, Der Untergang des Odipuskom- plexes, trata de articular plenamente su fórmula. Incluso podemos pen- sar que el gran problema personal del que partió es éste — ¿Qué es un padref De esto no cabe la menor duda. Su biografía, sus cartas a Fliess, confirman sus preocupaciones y la presencia del complejo de Edipo des- de el origen. Y sólo muy tardíamente empezó a explicarse al respecto. En cuanto a la castración, no se encuentra nada parecido. Freud nunca llegó a articular plenamente su sentido preciso, la incidencia psíquica pre- cisa de este temor, o esta amenaza, o esta instancia, o ese momento dra- mático — todas estas palabras se pueden mencionar igualmente, con un interrogante, a propósito de la castración. 217
DEL COMPLEJO DE CASTRACIÓN Tenemos a mano un recurso que debemos rechazar. No fue por azar, ni por algún capricho en los primeros planteamientos del tema, si el mé- dico se fijó de entrada en esas escenas de la seducción primitiva que, como luego se reconoció, eran más fantasmáticas de lo que se había creído en un principio. Como ustedes saben, esto es una etapa en el pensamiento de Freud, antes incluso de que analizara y que planteara alguna doctrina sobre el tema. Pero en lo que a la castración se refiere, no se trata de ningún modo de fantasmatizarlo todo, como se hizo con las escenas de seducción primitiva. Si la castración merece efectivamente ser distingui- da con un nombre en la historia del sujeto, siempre está vinculada con la incidencia, con la intervención, del padre real. También puede estar profundamente marcada, y profundamente desequilibrada, por la ausen- cia del padre real. Esta atipia, cuando se da, exige la sustitución del padre real por alguna otra cosa, lo que es profundamente neurotizante. Partiremos de la suposición del carácter fundamental del vínculo entre el padre real y la castración, para tratar de orientarnos en los complejos dramas que Freud elabora para nosotros. Muy a menudo tenemos la sen- sación de que se deja guiar de antemano por una orientación, a veces tan firme — como en el caso de Juanito —, que al seguirlo tenemos la impresión también nosotros de tener en todo momento una guía, pero sin llegar a captar las razones que nos permiten elegir el buen camino en cada encrucijada. Les ruego por lo tanto que admitan provisionalmente esta posición, sobre cuya base empezaremos a tratar de entender la significación y la necesidad del complejo de castración, tomando ahora el caso de Juanito. 2 Juanito, a partir de los cuatro años y medio, hace lo que se llama una fobia, es decir, una neurosis. Su padre, que resulta ser uno de los discípulos de Freud, se ocupará de esta fobia. Es un buen tipo, lo mejor que pueda haber como padre real, y en verdad le inspira a Juanito los mejores sentimientos — él quie- re mucho a su padre y está muy lejos de temer de él un tratamiento tan abusivo como el de la castración. Por otra parte, no puede decirse que Juanito esté frustrado de algo. 223
LA OBSERVACIÓN DE LA FOBIA DE JUANITO Tal como se ve al principio de la observación, Juanito, hijo único, es la mar de feliz. No ha tenido que esperar a que apareciera la fobia para con- tar con las atenciones de su padre, y también es objeto de los más tier- nos cuidados por parte de su madre, tan tiernos incluso que todo se lo permiten. Se requiere sin duda la sublime serenidad de Freud para apro- bar la acción de la madre, cuando hoy día se le fulminarían todos los anatemas, por admitir a Juanito cada mañana en el lecho conyugal, como tercero, y esto contra las expresas reservas del padre y esposo. Este, no sólo muestra una tolerancia muy peculiar, sino que podemos juzgar que está fuera de juego en la situación, pues diga lo que diga él, las cosas si- guen su curso decididamente, mientras la madre en cuestión no tiene ^ en cuenta lo más mínimo las observaciones respetuosamente sugeridas por el personaje del padre. No está frustrado de nada, este Juanito, en verdad, no está privado de nada. De todos modos vemos, al principio de la observación, que su madre ha llegado a prohibirle la masturbación y ha pronunciado las pa- labras fatales — Si te masturbas, haremos venir al Doctor A. y te la corta- rá. Pero en este caso no tenemos la impresión de que se trate de algo decisivo. Por supuesto, el niño continúa, lo que no constituye un ele- mento de apreciación. Los padres están suficientemente informados, sin que ello les impida comportarse exactamente como si no supieran nada. Si bien esta intervención debe ponerse a cuenta de lo escrupulosamente que se consigna la observación, Freud no piensa ni por un instante en relacionar este momento con nada decisivo con respecto a la aparición de la fobia. El niño escucha la amenaza, yo diría casi, de la forma conve- niente. Como verán, a posteriori acaba resultando que a un niño no se le puede decir nada más, y esto precisamente le servirá como material para construir lo que necesita, es decir, el complejo de castración. Pero la cuestión es precisamente saber por qué lo necesita. En eso estamos, en esta pregunta, y no muy próximos a darle respuesta enseguida. Por ahora, no se trata de la castración, sino de la fobia, y del hecho de que no podemos relacionarla de forma simple y directa con la prohi- bición de la masturbación. Como muy bien dice Freud, la masturba- ción en sí misma no acarrea en ese momento ninguna angustia, el niño sigue masturbándose. Por supuesto, luego lo integrará en el conflicto, como suele decirse, que se manifestará en el momento de su fobia, pero no pa- rece en absoluto que se trate de una incidencia traumatizante capaz de explicar su surgimiento. Las condiciones que rodean a este niño son óp- timas, y la aparición de la fobia constituye un problema que hay que 224

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