Content text El Secreto de Sazen.pdf
En una cabaña vacía, desabrochó el kimono de la joven para examinar su herida “No puedo dejarla con la ropa empapada”. La cabaña era utilizada comúnmente por los cazadores antes de adentrarse en el bosque, y gracias a ello, habían pieles que podían servir de abrigo para mantenerla caliente. El pecho de Loulan estaba coloreado de un tono morado azulado. El agujero en su atuendo parecía haber sido hecho por una bala, pero afortunadamente, una horquilla de plata la había detenido. El hombre vaciló un momento antes de extender su mano hacia el pecho de Loulan para comprobar si tenía alguna fractura. Se mantuvo impasible ante la suave sensación en sus palmas, mientras comprobaba la condición de sus huesos. Determinó que sus costillas no estaban rotas, sin embargo, tenía fiebre y parecía estar sufriendo. Ella había caído en la nieve y, con su energía debilitada no sería extraño que hubiera contraído un fuerte resfriado. Con una persona lastimada a su cargo, el hombre sabía que su capacidad para escapar lejos se vería limitada. Si se llevaba a Loulan con él, sería descubierto inmediatamente. Aunque era la hija de su antiguo jefe, no tenía ninguna obligación de arriesgar su propia vida por ella. Más bien, pensaba que con haberla llevado a una cabaña donde no sería descubierta era más que suficiente para mantenerla a salvo. Afuera estaba nevando. Probablemente seguiría nevando durante un tiempo, pero para un hombre acostumbrado a los largos inviernos largos, era un entorno favorable para escapar solo. “...Tengo un favor que pedirte”, dijo una voz débil. El hombre se volvió y vio que Loulan, envuelta en pieles, estaba despierta. “Estos libros...”, dijo, sosteniendo una bolsa de tela llena de libros gruesos que él había saqueado ¿Cuándo los vio? "...Llévalos... a la capital." “¡¿Qué estás diciendo?!”, dijo él. Era problemático que le estuviera pidiendo que llevara los libros a la capital. Él estaba huyendo en ese momento debido al ejército que venía de la misma capital. Una vez que se supiera que había sido partícipe en la rebelión, sería arrestado. “Te lo ruego”, dijo Loulan, sentándose y haciendo una profunda reverencia. La mujer que había compartido la cama con el emperador estaba haciendo eso. El hombre tenía deseos sexuales como cualquier otro hombre normal, así que al ver a una mujer hermosa inclinarse ante él, se le atravesó la vulgar idea de aprovecharse de la situación. Pero solo fue por un momento.
"¿Y tú qué vas a hacer?" No había ningún lugar a donde ella pudiera ir. El mundo no era tan amable para que una mujer estuviera segura andando sola. "Pienso en irme más al sur." Dijo Loulan, sonriendo débilmente. "Bueno, que te vaya bien", dijo él, sin mostrar ninguna emoción particular, y se dio la vuelta. “¡Ah, sí! Por cierto. Creo que deberías convertirte en boticario. Tienes una gran vocación para ello", dijo Loulan, sonriendo. "Eso sería una locura", respondió él, también riendo. La joven se desvaneció en la nieve, y probablemente nunca más se volverían a ver. Sin embargo, las palabras de Loulan se quedaron grabadas en el pecho del hombre. Sentía que podría sobrevivir gracias a ellas, y por eso mismo decidió no compartirlas a nadie.